Y vuelve la luz, como calle transitada, pavimento, gentes y pies sucios a las puertas del mercado, con sus dientes que devoran fieramente esos sueños de avidez no saciada, en los largos silencios que de noche anteceden a la aurora.
Horas, horas, las horas todas como agujas encarnadas, en este golpe de mar que son olas, dudas que se yerguen en la playa derribada, en este pasar del tiempo que no sabe ni quien soy, en esta horda de aromados jazmines que iluminan el sendero por donde voy.
Y vuelve la luz, con toda su fuerza en el día suspendido, en el dolor sin sitio de esta reminiscencia que al viento palpita de amores sin olvido.
Es tarde, ya lo sé. Sin el clavel no hay fiesta, es tarde, pero sigo, sigo sin poder descifrar su moraleja, enterrado al suspiro de saberme vivo y que confirme mi existencia.
Y vuelve la luz, como lo hace el día, en las sombras se adormecen los recuerdos, las auroras ya pasadas que sin saberlo, son ceniza.
No, no hay exilio, solo una copa, una botella de vino, su conjunción y al final... solo el vacío.
Tizzia Holwin
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