jueves, 11 de febrero de 2016

PAPALOTE DE RECUERDOS



Hoy que bebo su recuerdo en el silencio de esta habitación, la nostalgia me conduce a la utopía, y el deseo de encontrarles me acelera el corazón.
De la simiente efervescencia que dejaron en mi alma, germina mi esperanza y la melancolía de abrazarles allende las distancias que nos unen, cobijadas en la entraña en que descansa mi tesoro y mi raíz, los días que felices enmarcaron esta infancia y que al cerrar los ojos alumbra las penumbras y desecha las ausencias, en el intangible abrazo al que me entrego tan feliz.
Presuroso, el escalofrío recorre ya mi cuerpo, vacía mis bolsillos de tristezas que he guardado al pensar que nunca más veré, lo que antes vi.
El silencio me coloca con cuidado en mis afectos y la alegría dentro mío, provoca el despertar de los ensueños, en esta pluma que inquebrantable sola espera sobre aquel buró, se anima y se agiganta seduciendo la hoja en blanco que de pronto se consume entre palabras que hablan de otros tiempos que viví.
Y yo las dejo libres, amarrando una a una a la cola del papalote (el primero) que contigo construí, en el viento tan ligero que se transforma sonriente en viajero, cruzando las montañas por el cielo y horizontes de un color azul añil.
En el eco que me vibra y acaricia los tejados y la lluvia que hoy danza colmada de humedad, haciendo más verdes esos musgos que palpé siendo una niña en los balcones de aquella casa que llamamos amorosamente nuestro hogar y que hoy habitan los fantasmas, piedras, cantos y ventanas, los jardines de otros tiempos que dieron tanta felicidad. Y que en mi, hoy son leyendas que progresan sin poseer colores de soledad.
Hoy que bebo su recuerdo a unos días de la marcha, el silencio me resguarda en esta habitación, postrada de rodillas agradezco al Supremo toda su benevolencia y me fundo en el barro con el papalote que hoy eché a volar.
En el ocre y en la niebla que cubre aquellas tumbas y que me niego a visitar. Pues se yerguen azarosas cual centinelas con sus brillantes frentes diademadas que me obligan el dolor a recordar.
Aromadas y piadosas al cobijo de su amor y su bondad, lágrimas de Noviembre silban emocionadas en los mágicos tambores de mi palpitar.
Y frondosas hierbas, mi regreso con la brisa de su aliento mueven y acarician mis cabellos y por un solo instante, la certeza me da alegría de alcanzar esa utopía que regocija el corazón.
Adiós a las campanas,
adiós al camposanto,
adiós a la tiranía del reloj.
¡Este tiempo es nuestro tiempo
y perennes,
permanecen floreciendo en mi amor!

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